El ave fénix

Ningún sonido más que los pasos del joven Niadel y su viejo amigo Nicko, sonaban cerca, cuando llegaban a su tierra quemada, "Es extraño que, aún con Nicko, pueda sentir este lugar tan solo", pensaba Niadel, Nicko se limitaba a adentrarse tranquílamente, hacía mucho tiempo que no regresaba y observaban con tímidez, pero con traquildad a la vez que nostalgia, quizás tristeza. La ceniza hacia el papel de suelo, mientras que el olor a quemado invadía el recuerdo a fuego, ni siquiera el sol se acercaba ya por allí, aquel lugar tan solo permanecía en la memoria de algunos como algo más que ceniza y escombros, en la memoria de aquellos que se separaron.

Comenzaron la búsqueda, a ciegas, cualquier objeto extraño y sin carbonizar, podría ser una pista, "Aquella voz lo dijo, aunque, ¿Recibir el qué?, ¿Salvación de qué?" Niadel apenas podía alegrarse de que un viejo amigo hubiera regresado. Mientras tanto, una gota de lluvia comenzó a resvalar por el hombro de Nicko, no tardaron en amontonarse y la tormenta apretaba por momentos, Niadel y Nicko buscaron refugio cercano, pero nada consistente podía haber allí, así que tan solo se sentaron junto a una pared de piedra, posiblemente de alguna casa destruida por las llamas.

-Es extraño que llueva aquí -Dijo Niadel mientras se sentaba y apollaba su espalda a la pared-, no recuerdo que lo hiciera desde que os fuisteis.
-¿Qué hacemos ahora? -Preguntó Nicko
-Pues la lluvia solo removerá las cenizas, no creo que encontremos nada aquí -divagaba Niadel-, aquella voz hablaba de recibir, no de encontrar.
-No puedo sentarme a esperar -Vostezó Nicko-, pero sí podría tumbarme, la lluvia relaja, ya encontraremos algo después.
-¿Piensas dormir? -Preguntó Niadel entre risa y sopresa.

Pero Nicko ya estaba tumbado y no parecía que fuera a contestar, Niadel no hacía mucho que había dormido en el lago, era imposible conciliar el sueño, mucho menos cuando las cenizas del fuego que quemó su pasado, se removían con la lluvia. "Al menos no se irán con el viento", pensaba. A pesar de todo, el agua refrescaba, aunque las cenizas parecían quemar más, mientras el viento cesaba, el tiempo pasaba, pero nada ocurría, todo igual que siempre, pero mojado.

Mirada perdida hacia el frente, escuchando la lluvia con los brazos apoyados en sus piernas, Niadel dejaba de pensar en todo, para no pensar en nada, solo escuchar las gotas, la cuales se traducían para sus oídos en grítos; mientras él permanecía allí, rostros conocidos, pero que no recordaba, él en el centro aún sentado, y volvían a ir en dirección contraria a su mirada, gritando al son de las gotas, como si de llamas se tratara, las paredes caían y en sus ojos el agua se camuflaba de fuego. La piedra rota sonaba caer al suelo e, incluso, romperse; como la pared en la que se apoyaba, aunque Niadel, hipnotizádo en aquel recuerdo o pesadilla, no decidía inmutarse. Una de aquellas sombras que corrían, se le acercó, incluso le agarró de un brazo.

-¡Niadel! -Gritó Nicko mientras le agarraba del brazo-. ¡Levanta!
-¿Qué? -Reaccionó Niadel.

La pared en la que se apoyaba, realmente se le venía encima, a tiempo y gracias al aviso de Nicko, los dos saltaron al suelo, lo más lejos posible consiguiendo evitar la pared.

-Uf, por poco -Sonreía Nicko-, ¿Duermes con los ojos abiertos?
-¿Eh? No, no -Contestó Niadel mirando hacia el suelo-, creo que tan solo recordaba.
-Mejor que no pienses de aquí en adelante, al menos si hay algo cerca de ti -sonrió Nicko-, y ahora que pienso yo, ¿El suelo no debería estar más frío? Casi quema.

El calor se propagaba por el aire antes de que Niadel pudiera contestar, pero se hacía tan estable como agradable, la tierra quemada volvía a resurgir en llamas alrededor de Niadel y Nicko, que miraban ante su asombro, las paredes volvían a su estado inicial, todo se reconstruia mientras que las cenizas se alzaban al aire, el viento aumentó soplando en círculos y las cenizas ardían en fuego, creando un torbellino de llamas que rodeaban a Niadel y Nicko, la cola de fuego subia hacia el cielo, formandose alas, cuerpo y finalmente cabeza, un pájaro de fuego, el ave Fénix había surgido de las cenizas que allí se encontraban, bajo la lluvia, aunque esto no era problema para su fuego. Así, Fénix sobre volaba a Niadel y Nicko, la tierra quemada ahora volvía a estar como en antaño, todo recostruido aunque sin nadie que pudiera verlo más que ellos; finalmente Fénix soltó dos plumas de fuego que caían sobre Niadel y Nicko, quienes, ante su asombro y sin mencionar palabra, cogieron al vuelo cada uno una de aquellas plumas mientras Fénix alzaba el vuelo, y tras las nubes, un tímido rayo de sol iluminaba la recuperada tierra quemada.

-Esto... -pronunció Niadel.
-Sí, no lo digas -interrumpió Nicko sonriendo-, impresionante.

Continuaron mirando al cielo, el ave Fénix ya no se podía ver desde allí, la lluvia continuaba y las dos plumas de fuego ardían cada una, en una mano de ellos, pero no quemaba.

-Bonito espectáculo -dijo una tercera voz familiar tras de ellos-, veo que ya lo habéis recibido.

Tras las gotas de lluvia, Niadel y Nicko se giraron, la voz que escucharon era la misma que habían escuchado cuando recibieron la llamada, pero esta vez, el autor de esa voz, se encontraba allí y la sorpresa continuaba aumentando.

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